Como dos niños ofendidos entre si, la selección nacional
y su público atraviezan una crisis en su fervorosa relación. Se miran de reojo, levantan el hombro y se sacan la lengua ante una realidad que los afecta a ambos.
Para la gente, fue demasiada la decepción sufrida en el último mundial. Por su parte, la celeste y blanca no le perdona la falta de comprensión, el haberse olvidado tan rapidamente de más de tres años de alegrías, estadios llenos y los éxitos obtenidos en cualquier cancha del mundo contra las grandes potencias.
Hasta hace muy poco, el vínculo equipo-hinchada estaba totalmente deshecho, acentuado por el ardor implacable de la herida abierta. Cada presentación posterior al fracaso despertó el interés que el ballet provoca en el fanático del tablón. Los compromisos, para peor, fueron encarados con las mismas caras y los mismos nombres co-autores de la gran tragedia oriental. La falta de atención y el desinterés no se hicieron esperar, y la selección jugó al fútbol todo ese tiempo en compañía de su triste soledad.
Sin embargo, un haz de luz rasgó la oscuridad del particular presente en esta intrínseca unión. Antes de partir hacia su actual gira por oriente, muchas de las cartas cambiaron, y el grupo se conformó con flamantes nuevos miembros. La mayoría de los titulares del plantel en este tour asiático son cracks en plena etapa de gestación, con hambre de gloria en sus venas y destino de selección desde el momento que tocaron una pelota. Los nombres invitan a soñar a gran escala: Pablo Aimar, Javier Saviola, Juan Román Riquelme, Esteban Cambiasso, Bernardo Romeo y una riquísima lista de integrantes cuyo techo parece tener altura de dimensiones germánicas.
Así, repentinamente, los niños disgustados recordaron que más allá de las alegrías y las tristezas, están amorosamente hermandados por una fuerza sobrenatural como el fútbol. Y cambiaron miradas soslayantes por vistazos de esperanza e ilusión. No sólo porque este equipo se está haciendo desear desde hace mucho tiempo, sino porque su público y la celeste y blanca, al unísono, tienen ganas de volver a sentir como antes; como siempre.
:: El Perro 2:04 a. m. [+] ::
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