(Nota correspondiente a la semana del último paro en el fútbol que por razones digitales que solo Blogger conoce, nunca fue publicada en este Weblog)
Una feroz realidad
¿Qué le hace una mancha más al tigre? Una frase hecha que se ha escuchado mucho en los últimos tiempos desde que empezó la angustiosa moda de la violencia en las canchas y su consiguiente paro del fútbol. Haciendo un análisis un poco más profundo de la cuestión es posible llegar a la conclusión de que efectivamente una mancha más al tigre le hace, y mucho. Y los efectos no son nada positivos.
Sin entrar en abrumadoras explicaciones biológicas que poco están relacionadas con el deporte o la intemperancia social, este singular felino –que puede vivir tanto en nevados bosques como en áridas sábanas– posee un pelaje muy llamativo de color anaranjado surcado por rayas negras paralelas que van desde el hocico hasta la cola. La finalidad primaria de la peculiar coloración del manto es la ventaja fundamental del camuflaje. El hermoso collage de contrastes entre el naranja y el negro le brinda la posibilidad de pasar casi inadvertido hasta estar muy cerca de su presa, así sea en la estepa africana o en algún frondoso bosque bengalí. El mimetismo debe ser perfecto por naturaleza, ya que de distorsionarse se acabaría el artilugio de caza.
La realidad es que si se le agregaran más manchas al tigre que con las que cuenta por origen, se lo condenaría al depredador a un fracaso tras otro en la búsqueda de su ración para vivir. Dado que al adulterar su elegante manta de pelos con más y más manchas, quedaría un burdo tapizado impresionista más relacionado con los museos de Francia que con el feroz acontecer diario en la vorágine de la salvajez. Resultaría tragicómico presenciar la tentativa de un acercamiento sigiloso de un cuadro de Monet en tonos naranjinegros hacia un sonriente y más que avivado cebú macho. No está de más aclarar que la carencia de alimentos derivaría, inobjetablemente, en la muerte y la extinción de la especie.
En este sentido, una mancha más al fútbol también puede llegar a tener consecuencias nefastas. Porque por naturaleza este deporte no nació manchado. Se gestó puro, sin imperfecciones. Con el pelaje verde de la libertad y con la única finalidad de mimetizarse con la gente, hasta formar una relación tan intrínseca como fervorosa.
Hoy lamentablemente los violentos han empleado al fútbol como camuflaje para arrimarse a sus víctimas, los genuinos e inocentes amantes del tablón y de los colores de una camiseta. Hoy, tristemente, el alguna vez elegante estampado del fútbol ha sido surcado por manchas color rojo sangre, que lo sitúan al borde de la extinción ya que su gente no quiere alimentarse más de él, por temor.
Por último, tal como ocurre con las huellas dactilares de los hombres, cada tigre posee un manto único, que lo difiere de los demás de su especie... que triste que el pelaje de nuestro fútbol, el que lo diferencia del resto, este surcado por tantas manchas que por naturaleza no deberían estar.